1.
Padre, tu palabra es mi delicia y mi solaz,
guía siempre aquí mis pies y a mi pecho trae la paz.
Es tu santa ley, Señor, faro eterno, celestial,
que en perenne resplandor norte y guia es al mortal.
2.
Cuando obedecí tu voz en tu gracia fuerza hallé,
y con firme pie, y veloz, por tus sendas caminé.
Tu verdad es mi sostén contra duda y tentación,
y destila calma y bien cuando asalta la aflicción.
3.
Son tus dichos para mí prendas fieles de salud.
Dame, pues, que te oiga a ti con filial solicitud.
Es mi ciencia, mi saber, tu divina voluntad;
y por siempre lo ha de ser en la grande eternidad.
|